Al hilo del post Las oligarquías participativas de la web 2.0 quisiera realizar un breve comentario. Así que, ahí vamos, entre el “es bueno asombrarse” y el “no sé por qué nos asombramos”.
Los conceptos de red y de participación poseen una potencialidad extraordinaria, pero se están sobrevalorando en cuanto a la capacidad real de cambio que pueden provocar; precisamente porque se olvidan dos circunstancias relativas a la condición humana: una tiene que ver con un estar fuera de la red; la otra, con los deseos y la capacidad de participar. En medio de ambas se produce el intercambio de todo lo que se puede cambiar.
Estar fuera de la red es ser mosca (cojonera o no), pero también araña que mueve los hilos [me sugirió esto «La araña y su tela», una crítica al libro de Castells Comunicación y poder]. A menudo pasamos por alto a la araña y sus crías. La red también deviene jerárquica. Los nodos no tienen la misma capacidad de enlace. Esto, que parece tan evidente, es lo que se olvida cuando esperamos que cada uno de los puntos de la red se excite y promueva una acción común.
La mosca no espera al sueño de la araña, porque ésta nunca duerme; se arriesga una y otra vez a contaminarse con el pringue de la tela para conseguir su premio.
Por otra parte, también sucede que la red atrapa y, en tanto que aprisiona, dificulta la participación. Sólo los nodos con la suficiente fortaleza podrán mover parte del entramado. Otros no tienen siquiera esa capacidad.
Estar en la red, entonces, es estarlo de varios modos y las ganancias que nos produce son variadas y de distinta calidad. A los pegados a los hilos les mece el viento; a la mosca le atrae un cierto olor de innovación; y a la araña…¿alguien piensa que la araña y sus crías no se llevan el premio gordo?
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