miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL PLAN DE FORMACIÓN DE CENTRO Y LA NAVIDAD



Ayer asistí a una reunión de coordinadores de formación de centros, la nueva figura creada por la Consejería de Educación en Aragón. Parece ser que el Servicio Provincial de Teruel se ha hecho eco de las inquietudes y dudas que surgen en los centros ante la nueva reestructuración/desmantelamiento de la red de formación y ha optado -loable gesto- por convocarnos para aclarar dudas y responder preguntas. Si tuviera que hacer un resumen de lo allí vivido, lo haría en pocas palabras: perder tiempo y dinero.

A mi juicio, todavía están en el aire muchas cuestiones. La mayoría de las planteadas por el profesorado se dirigen hacia aspectos que preocupan de forma práctica e inmediata: certificaciones, créditos, modalidades de formación, funciones y reconocimiento de coordinadores, desplazamientos, recogida de firmas (¡!)… Algunos de estos asuntos los deberá contemplar el esperado decreto de formación. En este sentido, cabe señalar la inactividad, el bajo rendimiento, de los responsables de educación en el Gobierno de Aragón, en consonancia con la línea marcada por su jefa, L.F. Rudi.

Así nos encontramos con que se ha desmantelado una red de formación sin tener idea cierta de lo que se pretende, y se justifica haciendo valer la importancia de los centros a través de la elaboración del llamado Plan de Formación de Centro. Como en realidad se parte de una premisa falsa, la indefinición y la inactividad parece que brillan sobre todo lo que ha de venir.

Todavía desconocemos cuáles puedan ser los objetivos, los plazos, la estructura de dicho Plan. El asunto sería grave si verdaderamente creyeran en él. Pero mucho me temo que tan solo ha sido la excusa para deshacerse de lo que les molesta: la libertad del profesor para elegir la formación que él estima conveniente para su práctica profesional. Este tipo de profesor es sospechoso de navegar por cauces poco explorados. Es cierto que el trabajo realizado por los antiguos CPRs, a la hora de ofertar cursos, no ha sido todo lo eficaz que debería haber sido. Pero lo mismo podría decirse del desarrollo de algunos seminarios y proyectos nacidos de los intereses de los centros. Disfunciones que exigirían ciertos ajustes, si bien se ha optado por deshacer o tal vez cambiar todo para que nada cambie. Ahora se nos dice que este año va a ser un año de transición (¿otro más?). La importancia del bien que han querido poner de manifiesto contrasta con la lentitud e ineficacia, éstas sí manifiestas.

Nos quieren hacer creer que es el centro el verdadero núcleo en torno al que diseñar la formación, pero esto es completamente falso. La formación que se exige a sí mismo el buen profesional surge de la reflexión de su práctica docente, en cuanto se propone ciertas actuaciones para mejorarla. Así planteado, el centro como grupo de profesores hacia un objetivo común de formación, tiene poco encaje con los intereses particulares, tan legítimos como otros. Del otro lado, ¿cómo se soluciona el hecho de que  todos y cada uno de los componentes del claustro puedan no sentirse obligados a participar en dicho plan? ¿Dando “herramientas” al equipo directivo, como alguien proponía? La coerción disfrazada de “herramienta” no da resultados en muchas situaciones, tampoco en los momentos de formación. ¿Hace falta recordar la actitud mantenida por personas que de una u otra forma se han visto obligadas a asistir a cursos?  La buena formación realizada por un centro es la que intenta dar respuesta a un problema concreto. Mejor sin esperar a que sea aprobada en un plan presentado. Sin ir más lejos, en nuestro centro acostumbramos a llevar a cabo seminarios donde son los propios participantes los que enseñan el camino a los demás (Web 2.0 y TIC, TEA, FpN…). Trabajo que en muchas ocasiones es reconocido, pero que no lo es en otras.

Por otro lado, creo que se confunden las líneas prioritarias propuestas por la Consejería (escuela inclusiva, comunicación lingüística, competencias básicas, TIC) con el deseo de que los centros hagan girar su formación en torno a las mismas. Pudiera darse el caso de que la formación reclamada por un colegio no tuviera relación con esas líneas prioritarias, viéndose disminuidas o negadas las ayudas de todo tipo que pudiera prestar la administración educativa. ¿Se demanda en este caso la formación desde los intereses del propio centro? Sin duda. Entonces, ¿por qué no ayudar sin más? El otro asunto es el de la formación institucional, restringida, para algunos. Tal vez porque cuesta dinero y el dinero no llega para todos. Esta es una empresa en la que, reconociéndose el valor de la formación, te animan a que te la busques y te la pagues tú. Y como no queda otra, nos la buscamos con arreglo a nuestras disponibilidades. Y ahora, en definitiva, nos piden que, en conjunto, en el centro, unifiquemos nuestras disponibilidades, sin conocer las condiciones, sin saber las contrapartidas. En un plan.

Un Plan de Formación de Centro que tal vez pueda apartarse de lo que prioriza la Consejería. Me gustaría que me explicaran para qué servirá más allá de recoger en papel los deseos e intenciones. Señalaba una de las responsables que no quería que los planes fueran arbolitos de Navidad donde se fueran colgando bolitas y que sólo sirvieran de adorno. Pues bien, con estos mimbres, estas indefiniciones, esta tranquilidad, vamos a llegar a Navidad con un plan muy iluminado. Adeste fideles. 

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