Leo en Libération el manifiesto de un colectivo de profesores que muestran su malestar por la situación en la que se encuentra la escuela en su país. El Collectif contre le dépouillement de l’école ha creado su web y ha presentado un calendario para expresar su sensación de hallarse desnudos. Me parece interesante conocer las demandas de otros profesores ajenos a nuestro sistema, con los que, sin embargo, tenemos muchos puntos en común a la hora de las reivindicaciones, más en las circunstancias por las que atraviesa la educación en nuestro país. Más allá de las diferencias entre republicanos y pedagogos, entre reformistas y contrarreformistas, más allá de la primacía concedida al conocimiento vs. la otorgada al aprendizaje, entre el programa rígido y la autonomía, el manifiesto trasluce un hecho radical: la escuela se vacía de personas, y no sólo literalmente (plantilla que disminuye), sino porque la escuela llega a convertirse en una serie números que miden su rentabilidad. Siempre me ha sorprendido que hablemos de cupos y medios cupos cuando se revisan y negocian las plantillas. Un profesor sólo es un cupo, de la misma manera que un alumno es un puesto escolar. Nos desnudan de nuestra piel de personas. A continuación, la traducción del manifiesto (sean benévolos al juzgarla).
Manifiesto contra el expolio de
la escuela
Nosotros, colectivo contra el
expolio de la escuela, manifestamos que las “reformas” aplicadas a la Educación
nacional no tienen de reforma más que el nombre, y que en realidad enmascaran
lo más insoportable, lo más peligroso de los expolios. Hoy, según una lógica
contable y tecnocrática de corto alcance, los fundamentos de la escuela
republicana están amenazados, y el ideal de una educación de calidad para todos
es socavado en sus cimientos.
Hoy proclamamos que “la escuela
está desnuda”.
Desnuda no solamente porque se la
priva de medios financieros, sino también y sobre todo porque se le amputa
progresivamente de sus sentido, se la despoja del referente humanista que,
desde los Griegos, le da su nombre de “escuela”.
La escuela es despojada cuando el
gobierno congela los procesos de contratación de profesorado, cuando no asegura
el relevo de los docentes jubilados, ni la sustitución de profesores enfermos o
de permiso, y cuando utiliza “grupos de sustitutos” no formados y destinados a ser
explotados.
La escuela es abandonada cuando
el estado se desentiende de su financiación en favor de las corporaciones
locales, suprime la carta escolar e impone la “autonomía de las instituciones”,
instaurando tales desigualdades entre academias, cursos y alumnos, que se violan
sus principios republicanos.
La escuela es desvestida cuando
se la vacía de personas (vigilantes, consejeros de orientación, psicólogos,
médicos y enfermeros escolares, asistentes sociales, asistentes pedagógicos...),
y se las reemplaza por cámaras de vigilancias o arcos de seguridad.
Los profesores son despojados
cuando se les coloca por primera vez delante de los alumnos sin una formación
práctica seria; cuando son obligados, en detrimento de la calidad de sus
cursos, a asumir tareas cada vez más numerosas; cuando se les ordena, en
ciertos sectores “reformados”, impartir en escasas semanas unas asignaturas que
no dominan; trabajando a menudo sin manual escolar y sin conocer para qué
examen están preparando a sus alumnos, pues los nuevos programas se aplican
desde la precipitación; forzados a chapucear, a moverse sin rumbo, a fingir, a adaptarse
a todo y, sobre todo, a no importa qué con tal que posea apariencia de
innovación pedagógica.
Los profesores son destituidos o
contratados en lo sucesivo según su afinidad ideológica al modelo de
“funcionario responsable”, más que por el conocimiento de su asignatura; pronto
reducidos a empleados lambda,
privados de lo esencial de su libertad pedagógica, sometidos a una competencia
absurda; obligados para mendigar recursos a vender sus “proyectos” como si
fueran sopa, y de pelearse con otros profesores para conservar sus horas de
curso o su puesto de trabajo.
Los alumnos son expoliados cuando
se encuentran en clases de 35 o 40, abandonados a la ley de los "flujos", aplastados en la masa; privados de
cientos de horas de curso en las diferentes disciplinas en beneficio de
actividades-gadgets; privados de mecanismos eficaces de apoyo; sus familias convertidas
en responsables de su fracaso vía "contratos de éxito" o de "cursos
de verano" ineficaces.
Los alumnos se empobrecen porque se les niega la posibilidad de conocer el latín y el griego, las lenguas denominadas "raras" (es decir, todas excepto el inglés), las artes y lo que no es "rentable"; porque los nuevos programas les proponen un inglés sin Shakespeare, una historia sin pasado, un francés sin gramática, matemáticas sin demostración - siempre menos cultura, y más procedimientos.
Los alumnos son segmentados, y se
les debe calibrar con "ítems" según los nuevos "marcos de
competencias", como si la inteligencia humana pudiera recortarse en
rebanadas; alumnos a quienes se les debe inculcar un "base común de conocimientos
y de competencias" más fundada sobre el ideal de la OCDE que sobre el
de Montaigne.
Hoy llamamos a todas las personas
"desnudas" de la Educación nacional a reunirnos. Profesores, padres,
alumnos, ciudadanos, aún es tiempo de invertir el curso deletéreo de las
pseudo-"reformas" que transforman la escuela en guardería social y
trasladan sus misiones hacia el sector privado, en provecho de los más ricos y
en beneficio de los mejor informados. Basta una voluntad política, la de
democratizar el saber, antaño mantenida por Condorcet, Jules Ferry, o por el
comité nacional de la Resistencia (que produjo la comisión Langevin-Wallon). Llamamos
a los responsables políticos franceses, para que resueltamente actúen contra el
expolio de la Educación nacional.