martes, 20 de abril de 2010

LA IGNORANCIA


He leído hace unos días el opúsculo La escuela de la ignorancia, de Jean Claude Michéa (1999). El título es engañoso y es preciso señalar que el tema de la educación se toca circunstancialmente (aquí una acertada reseña). Del panfleto sólo me quedo con una nota a pie de página (¡ah, las notas a pie!) en la que el autor trata de aclarar el concepto:

"Entendemos por 'progreso de la ignorancia' no tanto la desaparición de los conocimientos indispensables en el sentido denunciado habitualmente (y, muy a menudo, de forma justificada), sino el declive constante de la inteligencia crítica; esto es, la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral. Ambos aspectos no son completamente independientes, en la medida en que ejercer el juicio crítico exige bases culturales mínimas, empezando por la capacidad para argumentar y el dominio de las exigencias lingüísticas elementales que toda 'neolengua' está destinada a destruir. Sin embargo, es necesario diferenciar uno y otro tipo de ignorancia, puesto que la experiencia cotidiana nos muestra que un individuo puede saberlo todo y no entender nada. Sin duda, es lo que quería decir Orwell cuando escribe en su Diario de guerra: 'Si gente como nosotros comprende la situación mejor que los supuestos expertos, no es porque tenga poder alguno para predecir acontecimientos concretos, sino porque puede percibir la clase de mundo en que vivimos (To grasp what kind of world we are living in)'. La base epistemológica de esta distinción es, naturalmente, la imposibilidad manifiesta para reducir la actividad crítica de la Razón al simple uso de una base de datos por la que se podría navegar libremente [...]".

¿Deberíamos declarar explícitamente las bases de la ignorancia y denunciar sus expresiones más significativas? ¿Cuáles serían éstas? ¿Contribuye nuestra escuela a alejar la nube de ignorancia o, por el contrario, la expande?¿Cuál es el no-saber que nos preocupa?

Parece claro que los partidarios de manifiestos antipedagógicos (varios) no hablan de la ignorancia de la misma manera que aquellos que defienden posiciones sobre las que se fundan reformas educativas (varias). Sin embargo, unos y otros contribuyen, me temo, a dificultar la elaboración del mapa del mundo, a imposibilitar la apertura del misterio, a incapacitar al hombre para que resuelva su estar incómodo en la vida. Se hurta, por una parte, el uso de las herramientas básicas de la argumentación, algo que viene dado primeramente por un buen conocimiento del lenguaje. Pero también se abusa de conocimiento exponencialmente aumentado y, lo que es peor, rápidamente caduco. Unos se encuentran a gusto en un orden viejo, sin asumir la velocidad del cambio; otros nadan en la tranquilidad del orden nuevo sin querer mirar qué corriente los lleva. La economía liberal (un pleonasmo, que diría Michéa) ha triunfado por doquier y la ignorancia ha de tener correlación en el plan(o) educativo correspondiente. Parece como si no hubiera lugar para denunciar otro tipo de ignorancia más dañina, más perjudicial: la que encierra a los hombres en el mundo de "lo real que se nos da" sin la esperanza de obtener "lo posible a que aspiramos".

Y es que percibir la clase de mundo en que se vive e identificar las condiciones que nos llevan a entender la necesidad de la rebelión es una de las tareas primordiales en la expulsión de la ignorancia.

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