lunes, 15 de diciembre de 2008

En defensa de la pedagogía


La respuesta de parte de algunos integrantes del gremio de los pedagogos no se ha hecho esperar.
Aunque esté de acuerdo en que muchas veces simplificamos demasiado, los firmantes del artículo caen en los mismos errores que atribuyen a los otros, sobre todo en aquellos que se refieren a un uso poco sopesado del lenguaje: ¿soflamas antipedagógicas?, ¿cruzada?, ¿descalificación?, ¿estigmatización?, ¿los anti?; por no hablar de los calificativos de reaccionario y conservador con los que te atizan si te colocas frente al establishment.
Visto desde fuera (pues aprecio que el enfrentamiento se ciñe a ciertos departamentos de algunas universidades concretas), se trata de un intercambio de opiniones que debería arrojar luz sobre las deficiencias de un sistema educativo (si las hubiere).
Pienso que nadie rechaza de plano la Pedagogía. Me han sorprendido, no obstante, dos afirmaciones que hacen los autores. La primera coincide con los críticos: (“Hemos defendido la importancia del buen dominio de la materia para ser docente y hemos criticado el menosprecio de los contenidos para suplirlos por los procesos o por las competencias”). La segunda declina responsabilidades (“No estamos de acuerdo ni hemos tenido nada que ver con el diseño del posgrado que lo sustituye [al CAP] ”). No me queda claro si estas afirmaciones son exclusivas de los firmantes o se hacen extensivas al resto de pedagogos. En el primer caso, miel sobre hojuelas, unos y otros hallarían un punto de encuentro. El segundo me parece algo kafkiano: ¿Quién hace las reformas educativas en este país? Ahora resulta que no tienen ni padre ni madre ni nadie que las quiera. Huérfano soy…
De todos modos, un último apunte: con la que está cayendo y nosotros hablando de pedagogía. Orientemos a los economistas. Un máster de ética.

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