sábado, 18 de diciembre de 2010

LA BRECHA

Debe ser cosa del mes de diciembre, del frío, de lo lento que va todo; de mínimos y calificaciones, de apoyos (que si dentro, que si fuera), de tecnologías que no arrancan (o sí, acaso palabrotas), de cursos y seminarios sin resultados cercanos… Será eso o vaya usted a saber qué.


Y luego está lo de la brecha; la digital, claro. Esta tiene varias dimensiones y todas con su punto de verdad. A mí, como estamos en diciembre, me preocupa la que tiene que ver con la actitud y no tanto con el acceso, la que se circunscribe a la profesión.


Es una brecha que se dirige tanto al el espacio como al tiempo, un tiempo lento, no lineal, capaz de dirigirte a un punto de inicio, tal vez con ilusión de avance. La brecha no es cosa de los otros. La brecha eres tú, que provocas desparrames. Somos ingleses con retranca (ojú) y cuando la niebla cubre el canal de la Mancha, decimos que el continente está aislado.


¿Por qué, a veces, esa sensación de volver, volver, volver? Al word, al pavopoint, al gusanillo y la plastificadora, al e-mail que se abre una vez a la semana... ¿Pero qué nos estás contando con esto de la web 2.0? El otro día pude oír a un profesor de secundaria, que había estudiado el asunto de las TIC, decir que las pizarras digitales estaban teniendo una muy buena aceptación entre ese profesorado. Me llamó la atención porque aquel mismo día quise lanzar la hipótesis de que sólo la pizarra digital en Infantil y Primaria salvaría a las editoriales y sus propuestas con contenidos digitales (o simplemente digitalizados). Una pizarra de color verde, por dios, tal y como leí en un tweet que se hacía eco de la reclamación, y cuyo autor no recuerdo (perdón). Lo de compartir, publicar, lo de ver en la escuela abierta quedaría postergado. La viñeta docentes 2.0. de Néstor Alonso (@xardesvives) en educ@contic, invitaba, sobre todo, a comparar lo allí expuesto con la situación en cada uno de nuestros centros, quién y cuántos utilizaban qué. En realidad servía para constatar que U.K. (en realidad usted, amado dospuntocero) estaba aislado.


Siendo entonces la brecha el lugar por donde se escapan las certezas, también lo es por donde seguir avanzando. La brecha adquiere su identidad en el propio camino. No es una imagen fija, es el paso al otro lado; no es distancia, es membrana comunicante; es ruptura y posibilidad, un levantar la cabeza para mirar en otras direcciones. Así que, aislados como decimos estar, no nos queda más que ir de un lado a otro de la brecha, un ayudar al compañero y volver por más. Pasar la muga con difíciles cargas. El peso de una formación que, aun cercana, se muestra incapaz de andar el camino.


Así pues, ¿quién teme a la brecha? Claro está que nada teme el que no comienza el camino, pero tampoco aquél que la ha traspasado una y mil veces. Digamos que son cosas del trayecto. Una andadura que puede tomarse en perspectiva o como simple porteador. Y es que el optimismo tecnológico exige sacrificios en forma de coartadas. En el momento del crimen estuve en otro sitio: informes autocomplacientes, cursos, unconferences, autoformaciones, congresos…Hay otra especie de optimismo que te deja en el lugar del delito y que a menudo te convierte en cómplice. Y uno desgasta más que otro (nos ha jodío).

lunes, 6 de diciembre de 2010

VIDEOJUEGOS Y EDUCACIÓN

Eduard Punset entrevista a Marc Prensky, en el programa de TV Redes.